CAMBULLÓN Y TARTANEROS
El
barrio del Refugio, que había
cobijado a la gente de Agaete en
las dos primeras décadas del
siglo XX, quedó saturado y la
siguiente generación se dirigió
hacia La Isleta que, para
entonces, había planificado y
ordenado el arquitecto municipal
Laureano Arroyo. Y La Isleta,
adonde antes había llegado una
riada de conejeros, se fue
poblando con la segunda
generación de cambulloneros y la
nueva oleada llegada de la Villa
entre las décadas cuarenta y
cincuenta.
Palomos,
Evaristos, Escolásticas,
Abelardos y Álamos juntos con
las Fonas, los de la Pulga, los
de Remedios, las de Narciso, las
de Carolina, los de Popó y
también las de Papá Judas, las
de Elena Justa y los Palmeses,
se repartieron por la geografía
isletera al soco del trabajo que
el ensanche del puerto y el
turismo incipiente
proporcionaban. De este
modo, quien no trabajaba en la
carga blanca, lo hacía en las
navieras, en las empresas que
abastecían a los barcos, o en la
nueva profesión de tartanero,
hoy desaparecida y que Andrés
Plata se encargó de inmortalizar
con la canción que lleva su
nombre.
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